16/5/16

¡A ver la ballena!














Nesta ocasión trátase d'investigar sobre esta noticia mui llamativa. ¿Qué vos paez?






EL COMERCIO
1.895


La ballena del Piles.

Anteayer, como día festivo, se convirtió la ería del Piles y las inmediaciones en donde se halla varada la ballena, en verdadera romería, con sus barracas y bailes correspondientes. Tanto el puente construido para el arrastre de materiales sobre el río, como otros provisionales instalados con el objeto de explotarlos y los varios carros, algunos de los llamados del pais allí dispuestos para el transporte de personas, se vieron durante todo el día completamente llenos de gente.

Cuando llegamos al sitio en donde fué arrastrada la ballena por varias parejas de bueyes y el auxilio de la marea, apenas si se podía dar un paso, tal era la aglomeración de curiosos que habian acudido a observar los trabajos preparatorios de aprovechamiento del animal.

Mide este, unos 21 metros de largo y su cabeza, de grandes dimensiones, está guarnecida por los dos lados de la mandibula superior de multitud de láminas córneas a manera de cepillo, que es lo que suelen llamarse barbas.

Tiene la piel bastante dura y de unos 3 centimetros de espesor, muy porosa e impregnada de una sustancia oleosa que le dá un aspecto liso y untuoso; en la parte inferior tiene una capa de tejido grasiento, que no bajará de 15 centimetros. La grasa es de un olor fuerte y repugnante: el aceite, que tambien participa de estas propiedades, es muy estimado para usos domesticos y para las industrias.

El color de la ballena presenta todos los tintes desde el negro al blanco. se supone que no bajará de de 30 a 35 pipas el aceite y grasa que se extraiga. Un amigo nuestro nos ha dicho que hace 36 años que no se vió en Gijón un cetáceo de esta especie. El esqueleto de la ballena ha sido cedido por los dueños del vapor que la pescó al Gabinete de Historia Natural de nuestro Instituto.

En resumen que el vapor Sultán ha hecho una buena pesca y ha proporcionado durante estos días un medio de distracción económico e higienico a la vez, por el paseo que dan las personas para ir a ver el cetáceo.

Diario El Comercio. 15-X-1895

















"Su presencia en la villa supuso todo un fenómeno: los gijoneses formaron larguísimas colas –casi tan largas como el propio animal- para ver de cerca al enorme mamífero marino. La playa se convirtió una verdadera romería, según cuenta la revista gráfica Nuevo Mundo, en la que llegaron a conducirse barriles de vino a la playa para regar las gargantas de los visitantes locales, nacionales o incluso extranjeros y muy ilustres: llegó a estar presente en el evento –y así lo recordaría cuarenta años después, en su segunda visita a la ciudad- la señora Walter, esposa del director de The Times.



“Nadie sabía qué hacer con ella”, recordaba mistress Walter, y la verdad es que no era para menos. El tamaño del animal era tal que no sabía muy bien qué podría hacerse con él. Cuando el tiempo comenzaba ya a apurar, se situaron al lado de la ballena barracones donde iban derritiéndose los pedazos de grasa que iban sacándose del animal; e intentó conservarse el esqueleto para ser expuesto en el instituto Jovellanos, pero fue imposible. El cuerpo de la ballena se deterioró demasiado rápido y hubo que deshacerse de él troceándolo a riesgo de que la peste inundase la ciudad. Aquella vez se evitó, pero no así en 1923: en agosto de aquel año, fue conducida al puerto de Luanco un hermoso ballenato que habían encontrado flotando en alta mar los vapores La Luz y La Luanquina. De diez metros de largo, el cadáver del infortunado cetáceo fue exhibido para placer y jolgorio de los luanqueses… hasta que, un par de días después, comenzó a apestar. La solución de las autoridades fue, cuanto menos, de dudoso tacto: arrojaron el cuerpo putrefacto de vuelta al mar.






El tronco pestilente del animal apareció el 28 de octubre en el Cervigón, en Gijón, causando un conflicto diplomático de altura entre ambas vecindades. “Muchas personas que tuvieron noticia de la presencia del ballenato”, cuenta El Noroeste, “se dirigieron a la ensenada en que se encuentra, y nos dicen que, efectivamente, el olor que despide es insoportable, y se hace casi imposible acercarse a aquel lugar, sin correr el riesgo de sufrir un colapso.”


Xixón 13 ochobre 1833










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